Es algo a lo que hasta ahora nos tenían acostumbrados las aerolíneas, economizando espacio, pero que se ha ido contagiando a todos los transportes.
Agregan asientos para que en cada viaje
puedan transportar más personas, consiguiendo reducir así los precios de los billetes. Pero no es algo que sólo suceda en los aviones, es algo que también pasa en el resto de transportes públicos, e incluso en el mobiliario urbano, cines y teatros.
Ejemplo con asientos del Kursaal de Donosti:
En la primera fotografía vemos las sillas plegadas y el escaso espacio que hay entre ellas para pasar.
En esta otra fotografía, la silla tumbada, y escaso espacio para poner las piernas. Yo mido 1,70 y estando sentada con la espalda pegada al respaldo, las rodillas tocan en el respaldo de delante. Si alguien quiere pasar, tengo que levantarme y hacer tetris para que pueda pasar.
¿Cómo lo hacen?
Reducen el espacio entre asientos, reducen los reposa brazos y
elementos del propio sillón o asiento, como el acolchado y la anchura del
asiento. Incluso el espacio en relación a los asientos delanteros, dejando una
distancia insuficiente para las piernas.
¿Cómo es posible que el espacio que nos reservan sea cada
vez más pequeño si las nuevas generaciones son cada vez más altas y más
grandes?
Inexplicable. Varios estudios realizados, revelan que los asientos en
general, resultan pequeños para todos aquellos que miden más de 174 cm.
¿Cuál es la consecuencia de todo esto?
- El ya por todos conocido y sufrido “síndrome de la clase turista”
- Incomodidad y sobrecargas musculares
- Riesgo de sufrir trombosis, si son muchas horas las que debemos pasar sin movernos del sitio.
- Alteraciones en la circulación sanguínea, ya que se impide que la sangre circule de forma normal, pudiendo causar edemas.
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